Vacío Perfecto

Un poco acerca de nada

Esta vez ha estado cerca

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Como habréis podido comprobar, el blog ha estado caído desde el viernes 8 de octubre hasta hoy mismo. El cambio de registrador del dominio más un puente vacacional han sido la combinación fatídica. Por fin hoy ha quedado todo resuelto. Lo mejor del asunto es todo lo que he aprendido sobre configuración de zonas y dominios. Lo peor, que muchos habéis pensado que había tirado la toalla.

La Venganza del Libro

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Hacia el año 300 de nuestra era se produjo una revolución tecnológica importante: los rollos continuos de pergamino (llamados volúmenes) dieron paso a un nuevo formato: el códice. Se pasaba de un formato continuo, a un formato fraccionado, en el que la información se dividía en páginas de tamaño fijo.

Había nacido el libro como tradicionalmente lo conocemos.

Durante los siguientes 1700 años, nuestra cultura se ha acostumbrado a este formato cerrado: un tamaño fijo en dos dimensiones, una determinada cantidad máxima de información por página y un número variable de páginas. De ese modo, la información se hacía digerible. Se creaba un contexto, unos límites al esfuerzo necesario para el aprendizaje.

El transcurrir de los siglos vio la aparición de otras novedades tecnológicas relacionadas con la transmisión de la información: aparecieron los índices y las tablas de contenido, para facilitar la búsqueda de la información. Las ilustraciones para transmitir conceptos difíciles de describir. En el siglo XV Johanes Gutenberg, con el invento de la imprenta de tipos móviles, democratizó el acceso al libro abaratando su producción en serie. Posteriormente las fotografías, que no fueron sino un mero refinado de las miniaturas amanuenses del medievo, añadieron una nueva riqueza cognoscitiva a nuestros libros.

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Pero todo eso eran mejoras incrementales a la idea original: el libro, como elemento físico para contener y transmitir la información, con unos límites marcados, con unas dimensiones comparables con nuestras manos. Es decir, la información humanizada y solidificada en los libros.

Avanzamos rápidamente al siglo pasado. En los años 80 del siglo XX, en el CERN tenían un serio problema: conectar todas las referencias cruzadas que aparecían en las distintas publicaciones científicas que generaban casi de forma continua. Buscar en los índices del Physical Review Letters es pasionante cuando eres un estudiante en tu licenciatura, pero cuando día a día, para desarrollar tu post-doc o directamente tu trabajo de investigación, necesitas hacerlo, la cosa se convierte en un verdadero coñazo.

Así, que un perezoso investigador, hizo lo que mejor suelen hacer las mentes ágiles y perezosas: resolver el problema, para no tener que trabajar más en él. Y de ese modo Tim Berners-Lee creaba un nuevo formato: el hipertexto.

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Con lo que posteriormente pasó a ser el HTML y toda la infraestructura que hoy en día soporta la World Wide Web, parecía que se había puesto fin a casi dos mil años de predominio del libro como contenedor de información. En la web no existen los límites físicos, no existe el formato de tamaño delimitado. Nada tiene tamaño fijo, todo está entrelazado.

¿Necesitas aclarar un concepto? Ya no es necesario poner una nota al pie o una referencia a otra publicación al final del trabajo, un simple hiperenlace embebido en el documento es todo lo que necesitas.

¿El texto es más grande de lo previsto? No hay problema, las páginas web son ilimitadas, tienes las barras de scroll para moverte por ellas… retornando al rollo continuo y olvidándote del libro. De paso añade un par de columnas a los lados del texto principal con notas al margen, ideas complementarias, ayudas a la navegación, un índice de publicaciones anteriores, enlaces a sitios interesantes, anuncios!, claro que sí, moneticemos nuestro trabajo, vamos a poner anuncios. Y de vez en cuando, un gatito que son muy monos y le gustan a todo el mundo.

¿Quieres dar tu opinión sobre el texto? No hay problema, aquí tienes los comentarios. Y ya puestos, los agregadores y sus foros asociados para poder montar una conversación en torno al texto. Y en torno a los comentarios sobre el texto. Y ya que creamos el foro, pongamos unas barras laterales de ayuda. Y con anuncios. Y con gatitos.

Un momento… ¿no era el hipertexto de Berners-Lee un modo de simplificar el acceso a la información relacionada entre sí? ¿Como hemos podido llegar a esta situación?.

Alguien debió pensar que ya estaba bien de perder el tiempo accediendo a la información y así nació el RSS y los agregadores.

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Desaparecían todas las barras laterales, todos los gatitos, todos los comentarios y me quedaba de nuevo con el texto. Los programas creados para leer estos RSS empezaron a formatear los textos con un estilo sospechosamente familiar. Texto con alguna imagen embebida. Empezaron a cuidar la tipografía. De nuevo nos encontrábamos con un paradigma familiar: porciones de información textual mas o menos acotada y limitada a páginas (las entradas individuales que vienen en los RSS). La única diferencia es que ahora cada página puede tener una longitud diferente.

Pero el primer paso estaba dado. La cacofonía de la web colorista y desestucturada daba paso a un conjunto de páginas de tamaño limitado (aunque variable), formateadas del mismo modo para formar un todo uniforme: mi conjunto de entradas RSS. Compuestas en algo muy parecido a un libro. O si lo prefieres, a un periódico, por aquello de su variación diaria.

¿Y los comentarios? Bueno, recientemente la parte social de la red había empezado a despegarse de los textos. Hace unos años, en los blogs había entradas para los comentarios. Posteriormente se crearon agregadores como Meneame donde se publicaban comentarios que apuntaban a los artículos en sí y no al revés.

En la actualidad, en la red dominada por Facebook y Twitter lo que importa es la conversación y desde ella se enlaza a las diferentes fuentes de información. De nuevo la cacofonía. Mensajes en Twitter y Facebook que enlazan a entradas en otras webs, que de nuevo nos llevan a las barras laterales, los anuncios, las animaciones flash… los gatitos.

Y de nuevo nuestras renacen nuestras costumbres atávicas, metidas en nuestro modo de proceder por diecisiete siglos de ver libros: queremos simplificar la experiencia. Y sobre todo, queremos materializarla. Hacerla de nuevo humana. Poder tocar la información.

El paso al mundo físico comenzó hace ya algunos años. Primero con los lectores electrónicos de ebooks: La información digital, dejaba de ser algo que se consumía sentado delante del ordenador, para ser algo que se consumía en un libro electrónico, sorprendentemente similar en proporciones a los libros analógicos.

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Más recientemente, productos como el iPad han supuesto un pequeño avance incremental sobre el concepto del ebook: se añade color, se añade conexión permanente. Pero eso son menudencias, es como el paso de la biblia con miniaturas copiada a mano en la abadía Cistenciese al último catálogo de Louis Vuitton impreso a cuatro tintas sobre papel de 200gr.

Sin embargo, la unión del formato físico palpable y el deseo de evadirse de la sobrecarga informativa que supone el acceso a la web ha dado lugar a un movimiento curioso.

Primero fueron los lectores de RSS. Posteriormente aparecieron los servicios del estilo de ReadItLater o Instapaper que nos ayudan a optimizar nuestro tiempo durante la conversación: Estoy en Twitter y veo que me pasan un enlace a algo que parece interesante, pero que ahora no voy a consumir. Así que lo mando a uno de estos dos servicios que lo formatean de nuevo, simplificándolo, acercándolo al libro y me lo guardan para cuando tenga tiempo de leer.

El caso de Instapaper sobre el iPad lleva aún la analogía un poco más lejos. Elimina las barras de scroll, el volumen continuo en el que se había convertido de nuevo la información y organiza el contenido en páginas de tamaño fijo. Dos mil años para pasar del rollo continuo de papiro al libro impreso con páginas finitas, a la página web continua y virtual, a los sistemas de agregación de contenido y finalmente a la página finita, con su presencia física. En mis manos.

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Y ayer se produjo la última evolución (hasta el momento) en este concepto con el lanzamiento de la aplicación Flipboard para el iPad.

Ya no es necesario que navegue por la conversación y decida que almaceno o no para leer luego. Los servidores de Flipboard se encargan de ello. Y en lugar de navegar por un montón de mensajes desde los que se apunta a la información que cada uno de mis contactos considera oportuna, lo que obtengo al acceder mediante este programa es de nuevo una publicación tradicional. Entendiendo por tradicional el formato fijo. La página delimitada. Los artículos de extensión contenida. Bien es cierto que un simple toque sobre cualquiera de ellos me permite verlo en toda su extensión. O acceder a la información original.

Sus servidores se encargan de ver si los mensajes publicados por mis contactos contienen enlaces a imágenes o artículos y si es así, directamente componen un documento con ese contenido.

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Lo importante de todo este cambio de paradigma es que el acceso directo, el primordial, es mediante un libro. Sí, un libro electrónico, pero un libro al fin y al cabo. Un dispositivo que mantengo en mis manos y en el que voy pasando páginas una a una, accediendo a un nuevo trocito de información. Nuestro viejo amigo, de menos de un kilo de peso, con su tamaño de entre 1.5x y 2.0x veces el tamaño de nuestras propias manos. En la actualidad con contenidos vivos, cambiantes continuamente y que llegan a mis manos en fracciones de segundo desde el otro lado del planeta. Pero el acceso es primordialmente el mismo.

Ayer Flipboard supuso una revolución en Internet, cuando curiosamente lo único que hizo fue traer el libro a las redes sociales. Y es que el ser humano es un animal de costumbres y casi veinte siglos son muchos para olvidarlos en unas décadas.

Imprimiendo en la nube desde OS X, o Windows o Linux

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NOTA: Actualizado con algunas propuestas para Windows y Linux de parte de Oswaldo

Mac OSX

La idea es que se pueden emplear los servicios de generación de PDFs del Mac OSX para crearnos una impresora en la nube. No, no se trata de imprimir documentos almacenados en la red, sino todo lo contrario: crear una impresora en tu sistema que realmente lo que hace es generar un PDF y almacenar esos ficheros en la red. De ese modo, cualquier programa de tu sistema puede imprimir a un formato neutro almacenado remotamente.

Además del Mac OSX necesitas un sistema de almacenamiento de ficheros en la red que te permita montar y sinconizar ese almacenamiento en tu máquina, como por ejemplo Dropbox o MobileMe. En mi caso utilizo Dropbox.

Cuando se imprime en Mac OSX, además de las opciones propias de las impresoras, aparece un submenú dedicado a la generación de PDF. De lo que nunca nos acordamos es de que ese menú es editable de una forma muy sencilla, sin más que crear entradas en la carpeta ~/Library/PDF Services/. Supongamos que tengo una carpeta dentro de Dropbox que se llama Documentos donde quiero almacenar los PDF. Los pasos a seguir son:

  1. Pulsando Cmd+Alt arrastro la carpeta Documentos a ~/Library/PDF Services para crear un enlace.
  2. Le pongo un nombre más descriptivo al enlace. En mi caso la he llamado Guardar PDF en Dropbox
  3. No hay tercer paso :)

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Es así de sencillo. Mac OSX nos mostrará en el menú desplegable de imprimir en PDF esa nueva opción. Si la seleccionamos se genera un PDF y se almacena en esa carpeta. Como esa carpeta está conectada a Dropbox, automáticamente se produce su sincronización y ya tenemos el documento “impreso” como PDF y almacenado en la nube.

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Eso mismo se puede hacer con un enlace al iTunes y ese PDF se almacenará en la sección de Libros de iTunes, listo para sincronizar mediante USB con un iPhone, iPod touch o iPad. De hecho, la idea se me ha ocurrido al leer este truco en macosxhints.com donde lo usan para meter PDFs en el iTunes.

Pero a mi me gusta más la opción de dejar el PDF en Dropbox para leerlo/verlo desde donde quiera sin tener que conectarme físicamente a un ordenador determinado.

Windows y Linux

En los comentarios, Oswaldo nos propone una solución para los otros operartivos

Para linux y Windows se puede usar una impresora virtual como PDFCreator aunque si usas como yo el Open Office ya te genera los PDF. Luego lo guardas en tu carpeta de Dropbox y automáticamente lo tengo disponible desde cualquier parte.

La solución más similar a la que propongo en Mac OSX es utilizar PDFCreator o similares, porque así no estás limitado a los formatos soportados por Open Office y lo puedes usar para cualquier programa capaz de imprimir. No es tan directo como tener “una impresora” directa a Dropbox, pero la funcionalidad es exactamente la misma.

Gracias Oswaldo!

El iPad y los descartes fotográficos

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A raíz del artículo anterior sobre el iPad y su uso como herramienta fotográfica, se creó un intercambio de opiniones bastante interesante tanto en este blog, como en faq-mac (donde también se publicó) y sobre todo en Twitter.

En la discusión de Twitter tanto @Fotomaf como @AlexSalvadorMir plantearon una utilidad que a mi no se me había ocurrido: utilizar el iPad como pantalla grande pero solo para ver el contenido de sus tarjetas, sin utilizarlo como almacenamiento. Básicamente lo que ellos querían era poder ver sus fotos con todo detalle y realizar los descartes necesarios para asegurarse de que en sus tarjetas solo tenían los fotos que realmente valían la pena. Supongo, porque no les pregunté el motivo, que lo que pretendían era evitar meter todos los huevos en la misma cesta. Si tengo varias CF cargadas de fotos y se me estropea una, solo pierdo esas fotos, pero si pierdo el iPad / HD donde las he descargado todas…

Primero las malas noticias: el iPad, mejor dicho, el software Foto que viene con el iPad no deja hacer eso. De las tarjetas CF solo se muestran unas miniaturas y una indicación cuando se trata de RAW+JPEG, pero no se pude hacer zoom ni nada parecido.

Sin embargo, jugando con el iPad se me ocurrió un procedimiento para lograr algo bastante similar a lo que querían. Para ello hay que tener en cuenta que en cuanto el iPad empieza a importar imágenes estas están disponibles de inmediato para su revisión, sin que sea necesario esperar a que se descargue toda la tarjeta.

Primer paso, conectamos la tarjeta o la cámara al iPad y le decímos que importe todas las fotos. En cuanto empiecen a aparecer los chekmark verdes sobre las primeras imágenes ya podemos cambiar a la vista de Eventos y entrar en el último evento que aparezca, que es el que contiene las fotos que se están descargando en ese momento.

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En esa vista podemos verlas a tamaño completo, compararlas entre sí y eliminarlas. Ya sea una a una, o bien como en la imagen del ejemplo marcando un grupo (se hace seleccionando la opción compartir -el icono del cuadradito con la flecha-. Si, ya lo se @oreixa, no es el modo más natural de hacerlo)

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Recordad, que estamos trabajando dentro del Evento que nos ha creado el iPad en del programa Foto, mientras se siguen descargando las fotos desde la cámara o tarjeta. De ese modo cada 3 o 4 segundos tenemos una foto nueva, por lo que el descarte realmente puede empezar casi inmediatamente.

Vale, pero estamos borrando las imágenes del iPad. Yo las quiero borrar de la CF. La sorpresa viene cuando volvemos a la vista Cámara (o conectamos de nuevo la cámara más tarde al iPad). Veremos que el software ha identificado correctamente las imágenes que ya hemos descargado y que aún conservamos en el iPad

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Son las que aparecen sin la marca de correctamente importadas. Ahora lo que queda es sencillo. En esta vista de Cámara marcamos las fotos que aparecen sin ninguna señal y seleccionamos la opción de eliminar la selección:

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Cuando termine ese proceso, tendremos en nuestra tarjeta de memoria únicamente las fotos que hemos decidido conservar, eliminando todos los descartes. Cuando posteriormente descarguemos las tarjetas en nuestro ordenador, ya tendremos la confianza plena de haber eliminado todas las imágenes que no nos gustaban o que presentaban fallos irresolubles en el procesado.

En cuanto al contenido del iPad podemos hacer lo que queramos, dejar solo una muestra de las más interesantes para que nos sirva de selección temporal durante el viaje (por si queremos trastear con ellas un poco), o sencillamente eliminarlas.

La verdad es que no es un proceso tan directo como sería poder ampliar y borrar directamente las fotos desde la tarjeta, pero al menos puede valer para salir del paso.